Lo ví entrar, con libros bajo su brazo y camisa manga larga con mangas remangadas. Puso los libros en el escritorio de aquella aula de clases de la Universidad Fermín Toro y comenzó su clase.
Así conocí a Gerardo Oviedo, se convirtió en en ese profesor crítico con una profesión que llevaba en su sangre, que amaba y que sentía, por eso estaba ahí, para llenarnos de realidades sobre ese trabajo, para ponernos los pies en la tierra Pero también fomentando ese equilibrio que nos dejaba soñar con ser defensores de la libertades.
Gerardo luego se convirtió en amigo, en compañero de equipo de softbol recordando aquel título del estado Lara que logramos en Puerto Ordaz derrotando al CNP de su querido estado Zulia.
Luego de eso fuimos colegas, siempre lo abrazaba en cada pauta. Siempre instintivo, perspicaz, con una idea en la cabeza, compartiéndola conmigo.
Te extraño querido profesor, amigo, compañero de equipo y colega.
Escrito que espero llegue a dónde estés.
A un mes de tu inesperada partida física de este mundo.
Por Miguel Bastidas
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